Hola soy Álvaro Álvarez Alvarado, Periodista de pura cepa. Borgoña. Alejado de la práctica y olvidado por los medios he decidido sentarme aquí, en este cafetín de buenos aires, cada prístino sábado a verter en papel con solida y férrea pluma aquello que considero importante legado a la humanidad toda: Mis Memorias.
Como mí avanzada edad da cuenta de un evidente estado de descomposición mnémica, en una palabra no recuerdo una mierda, transcribiré la simple y sencilla biografía de Sergio Grossi aquel ilustre desconocido que pudo cambiar el curso de la historia y no lo hizo porque sencillamente transitó paralelo a ella.
Nacido en el seno de una familia donde abundaban mujeres de pequeños pechos, Sergio Grossi sabía desde muy pequeño que jamás sería nadie.
A temprana edad, cerca de los 7 años, decidió formar una familia. Grande fue su desilusión al no encontrar una lo suficientemente numerosa como para que la fila tomara considerable distancia.
Ese hecho marcaría a fuego su destino, no solo por lo traumático de la situación sino también porque coincide con la trágica circunstancia sufrida al atardecer. Su medio hermana, 3 años menor que él, le arrojaría un chorro de brea hirviendo que le quemaría parte del rostro, específicamente el ojo derecho y media boca.
A partir de ese día en el barrio lo conocerían como el “monóculo babeante”. Apodo que demuestra una vez más que el ingenio popular es por demás sectario y discriminatorio pero no por eso menos excelente.
Su vida fue transcurriendo prácticamente sin sentido, la llana meseta de la mediocridad.
Algunas canciones de Nito Mestre matizaban y ocultaban su angustiosa adolescencia. Pero una tarde de verano le recordó que todo en él era frustración.
Mientras se masturbaba en el zaguán de la casa de su abuela en Adrogué, notó que sufría de eyaculación precoz
Años de terapia dieron sus frutos. Al Psicólogo, (que se compro con lo que le sacó a éste gil lo suficiente para comprar 2 autos, un departamento en Puerto Madero, casa de fin de semana en Leloir y un toro mecánico que consiguió en la fundida kermese de Soldati) porque a Sergio de nada le sirvieron.
Al cumplir 32 años su apodo había cambiado por el de “Grossi, el Pelagatos”. Sobrenombre ganado merced a su nuevo e incipiente negocio. Un peladero de gatos a los que previamente mataba junto a un cómplice chino y que luego exportaban a Taiwan bajo el rótulo de “Liebre patagónica”. “Si Taiwan se caga en los taiwaneses porque no hacerlo nosotros” solía decir en el café Buñel de Constitución y San José.
Amasó así una gran fortuna. No sabemos si fue eso o su inmensa capacidad para hacer cagadas con su vida, o tal vez su necesidad pulsional de formar una familia, lo que le permitió casarse tres veces y tener nueve hijos. Murió joven, a los 47 años. Virgen. Nadie lo lloró. Salvo Nito Mestre.
2 comentarios:
no se podía esperar otra cosa del careta de Nito. Say no more.
Eeeeeeespera hassssta verel díiiiiaaaa... veráaaaaas cambiaráaaaaas...
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