Polvorita

El transcurrir de las horas era cansino. El calor del viejo atelier de la empedrada calle, obscura y empedrada calle, era ya… insoportable.

El caer de cada segundo en el digital Clock daba cuenta de cierto temor por lo que vendrá.

Decidí entonces dar rienda suelta a mi albedrío, al fin y al cabo ella solo era… Afrodita de ocasión.

Gané la senda y me dispuse a recorrer cada espacio desconocido.

Y te vi.

Las baldosas dibujaban colores y el hollín se empeñaba en borrar cada vestigio de tu alma.

Pregunté ¿porque?.

Aquel anciano que a tientas escribía en el aire garabatos de un amor se inclinó ante mí y espetó: “Tú eres aquel a quien todos esperan”

Nombré tu nombre.

Y vos,... no estabas.